29-30.05.17: Las empresas más mortíferas son estratégicamente adornadas con nuevos nombres. Suez se convierte en Engie, Vinci se convierte en Indigo, la ERDF se convierte en Enedis. Estos cambios de apariencia no engañan milagrosamente. En un mundo donde la comunicación lo falsifica todo, expongamos francamente a aquellos responsables del desastre organizado. La ERDF trabaja en la constante electrificación de nuestros territorios. La ERDF está desplegada entre cada lugar de producción y cada hogar de les consumidores. Es esta red, esta malla de cables que enchufa a les humanes a embalses, turbinas eólicas, paneles fotovoltaicos y plantas energéticas nucleares. EDF, el alter-ego de la ERDF, administra dósis de burocracia de control de la energía. No discutiremos las distinciones insignificantes que a otres les gusta hacer entre los modos industriales de producción energética. Los condenamos todos.
Expliquemos la noche en que destruimos los vehículos de la ERDF. Teníamos mecheros en nuestros bolsillos, unos pocos litros de material inflamable y nuestra determinación, el sabotaje entonces se volvió necesario para nosotres conociendo las pruebas contra uno de los miles de avatares de la infraestructura capitalista.
Debido a la función vital de esta compañía en la gestión del flujo.
Debido a la devastación medioambiental causada al entorno donde funcionan las líneas de Muy Alta Tensión.
Debido a nuestra aguda adicción a la industria eléctrica.
A esto se añade el pequeño pero muy dañino dispositivo Linky. Los peligros de este metro ya han sido explicados por otres que son más conocedores que nosotres. El Linky es sólo un preludio, un dispositivo pionero en la nueva ola de tecnología doméstica que está por venir. La domótica está progresando, el viejo sueño cibernético está encarnado. No nos detengamos aquí, volvamos a sus raíces, a la génesis de las molestias. Detrás del Linky se encuentra la industria omnipresente y la desposesión lógica de los medios materiales para producir nuestra propia energía.
Se trata de atacar, y los objetivos son muchos. Estamos atacando a aquelles que son responsables del estado presente del mundo. Somos oportunistas. ¿Por qué este objetivo y no otro? Vinci, Suez, Eiffage y la CEA son todos enemigos. Hay otros también. Su arrogancia es insoportable. Miramos a sus debilidades, buscando dónde golpear para recordarles que la gente resiste y convierte su crítica en acción.
Deseamos compartir esta práctica de sabotaje. Es vieja pero sigue siendo corriente. Es poner una llave inglesa en los engranajes de la máquina. Somos conscientes de que la ERDF y sus fechorías no se detendrán por nuestra acción. Pero somos conscientes también de que sin acciones ofensivas contra ella, la ERDF es libre para expandir su agarre.
No es una cuestión de diálogo o de crítica a la ERDF. Con el sabotaje de estos vehículos atacamos a un enemigo, establecemos un equilibrio de fuerza, y demostramos que podemos superar nuestros miedos. Porque ya no es posible para nosotres contemplar la miseria vistiendo nuestras heridas o simplemente no haciendo nada. Pero el sabotaje no es un fin en sí mismo. Esta práctica es sólo una de las muchas otras en nuestras vidas. Las elegimos con el fin de vivir plenamente nuestras vidas.
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