Nuestro amigo y compañero Boris se encuentra en coma inducido en la unidad de quemados del hospital Grand Est de Metz desde la mañana del sábado 7 de agosto de 2021 tras un incendio en su celda. Su estado es de riesgo vital, ya que sus vías respiratorias están muy dañadas por el humo y las cenizas. Una primera operación de injerto de piel se llevará a cabo en cuanto su estado de salud lo permita.
De inmediato, un periodista de Lorraine Actu, Antony Speciale, se apresuró a recoger la versión de los hechos proporcionada por Fadila Doukhi, delegado regional del sindicato de prisiones Force Ouvrière.
Se dio prioridad a los buitres de los medios de comunicación, por supuesto, la prisión ni siquiera se molestó en informar a la familia hasta última hora del día, mucho después de la publicación en las noticias. No es de extrañar que se felicitara a los guardias por su capacidad de reacción ante este suceso, producido directamente por un año de prisión.
Hoy en día, nos resulta difícil entender lo que ocurrió. Boris es naturalmente incapaz de expresarse y, al parecer, sólo tendremos acceso a las versiones de los guardias y de la administración destinadas a descartarse de toda la responsabilidad de su parte.
Cualesquiera que sean las circunstancias de este incendio, la única certeza es que la administración penitenciaria, la justicia, sus lacayos y su mundo son responsables. Está claro que en el mundo penitenciario, estos «accidentes» son el resultado de la violencia del Estado. Esta situación es la consecuencia de la tortura institucionalizada. Allí donde los cuerpos están encerrados y sus movimientos escrupulosamente vigilados, prender fuego a la celda es a veces el último medio para gritar la insubordinación o la angustia. Señalamos con el dedo la recurrencia de estos incidentes que regularmente se convierten en tragedia según la rapidez de la intervención al capricho de los agentes de la prisión. De Villepinte en junio de 2020 a La Santé en octubre del mismo año, pasando por Lille-Sequedin el pasado mes de julio, el incendio de la celda de Boris no es un caso aislado.
Encarcelado tras su detención el 22 de septiembre de 2020 por haber incendiado dos antenas de repetición en la región del Jura el 10 de abril de 2020, Boris fue condenado el 19 de mayo de 2021 a cuatro años, dos de ellos en suspenso, y a una multa de unos cien mil euros. A pesar de la ausencia y la petición de aplazamiento de su abogado, el tribunal celebró un juicio a puerta cerrada. Dos familiares fueron las únicas personas a las que se les permitió asistir a la vista. Con el pretexto de las medidas sanitarias, se impidió a los amigos y compañeros entrar en el tribunal, mientras que un periodista de Est Républicain fue invitado a escribir un artículo de mierda y salvar la apariencia de un simulacro de debate abierto.
En una carta escrita desde la cárcel en junio, Boris hace una retrospectiva de su acto y de sus motivaciones volcadas contra las herramientas de control, así como de las consecuencias devastadoras para los seres vivos de la extracción de los materiales necesarios para la construcción de estas tecnologías. Califica de distópica la sociedad de vigilancia, alienación y explotación que nos imponen el capitalismo y el Estado.
Creemos que es necesario extender el ámbito del pensamiento de Boris y del acto que le llevó a la cárcel lo más lejos y ampliamente posible. Con la misma solidaridad que él aportó al atacar este desastre humano y medioambiental. Por el rechazo a quedarnos atrapados en un sentimiento de impotencia ante el estado de salud y el encarcelamiento de nuestro amigo y compañero, llamamos a expresar nuestra solidaridad atacando las venas de la dominación y el mundo carcelario.
La situación de Boris nos recuerda que la lucha anarquista es una tensión entre la rabia de vivir y este sistema de muerte, que la resignación es una mentira [Müsham, El prisionero] y que elegimos el camino de la insurrección antes que la resignación.
¡Un ataque a uno de nosotros es un ataque a todos nosotros!
¡Seamos irreductibles y solidarios!
[Traducción: Anarquia]